Cuando en terapia preguntamos a nuestros consultantes sobre las emociones que sienten solemos indagar sobre aquellos síntomas físicos que aparecen (sudoración en las manos, presión en el pecho, tensión muscular, entre otros) con el fin de identificar de manera correcta la emoción y así poder trabajar. En este ejercicio solemos descubrir que la persona no está familiarizada con las emociones ya sea porque no es consciente de éstas, porque le es difícil reconocerlas o porque no sabe diferenciar una de la otra. Así entonces, se puede camuflar la tristeza con la frustración, el cansancio con el aburrimiento, la rabia con la frustración, entre otros. Y de la misma manera los síntomas físicos pueden confundirse con una posible “enfermedad” que no ha sido descubierta.
En este trabajo de reconocimiento emocional normalmente empezamos por preguntar a la persona que recuerde qué siente y cuándo lo ha sentido. La persona tiene que acudir a su memoria para poder responder dichas preguntas y es allí donde muchas veces hay “vacíos”. Estos vacíos se dan principalmente porque a lo largo de nuestras vidas no hemos aprendido a conocer nuestras emociones, por lo tanto tendemos a hablar principalmente de rabia, ansiedad, estrés y depresión. Y desconocemos las tantas otras emociones que existen, las diferencias que hay entre ellas y la manera como se manifiestan en el cuerpo. Si bien existen para cada una de ellas unos síntomas “base”, no en todas las personas se manifiestan de la misma manera.
Ahora bien, es siempre muy importante procurar incluir el cuerpo en este trabajo para que el consultante comprenda e interiorice las emociones y pueda gestionarlas en su día a día de manera saludable y óptima. Una forma de incluir el cuerpo es realizando ejercicios prácticos; ejercicios como el escaneo corporal, dibujar el propio cuerpo y colorear los lugares donde siente las emociones, tocar las partes del cuerpo con sus propias manos, dibujar la manera como siente las emociones, mover el cuerpo según siente cada emoción, entre otros, son muy útiles para que la persona conecte desde el cuerpo con sus propias emociones y cada día las identifique con mayor facilidad.
Escaneo corporal: este ejercicio viene de la técnica mindfulness. Se le pide al paciente que se acueste boca arriba con manos y piernas separadas y que cierre los ojos. El terapeuta va pasando por cada parte del cuerpo pidiéndole al consultante que trate de ser muy consciente de cada parte y que reconozca las sensaciones que aparecen en el momento. Este ejercicio sirve realizarlo durante varias sesiones para que cada vez el consultante sea más consciente de su cuerpo y sepa identificar mejor cada parte de éste.
Dibujar el cuerpo y colorear las emociones: Le pedimos al consultante que dibuje su silueta en una hoja. Como antes ya hemos hablado sobre las emociones que suele sentir con mayor frecuencia, le pedimos que las ubique en las partes del cuerpo donde suele sentirlas. Una vez las haya ubicado, le pedimos que les ponga un color que crea que le corresponde a cada emoción. Con esto logramos que el consultante tenga una imagen clara sobre los lugares donde siente sus emociones.
Tocar con las manos las partes del cuerpo: Este ejercicio puede ser una variación del escaneo corporal, en donde en lugar de pasar por cada parte del cuerpo, le pedimos que escoja las emociones que más siente (o lo que el terapeuta considere pertinente) y le indicamos que ubique sus manos allí por un tiempo para que, de manera táctil, reconozca esa parte del cuerpo y la forma como se manifiesta.
Dibujar la manera como siente las emociones: Este ejercicio vale la pena realizarlo cuando el consultante ya ha identificado las emociones y está más conectado con ellas. Se le pide que cierre los ojos y se trae a la mente las emociones que se estén trabajando; se toma una a una y se pide que imagine cómo son: su forma, color, movimiento, tamaño. Una vez esté claro esto, se le pide que abra los ojos nuevamente y que los dibuje. De esta manera estamos ayudando a que el consultante materialice las emociones para poder gestionarlas mejor.
Mover el cuerpo según cada emoción: Se toma una a una las emociones que se estén trabajando y se le pide al consultante que mueva su cuerpo según como suele sentirla; si por ejemplo siente mucha tensión en los hombros, se le pide que exagere esa tensión en los hombros y que camine de esa manera. De esta forma, ayudamos al consultante a ser más consciente de cómo siente las emociones en su cuerpo.
Con estos ejercicios buscamos aumentar el conocimiento del paciente sobre sus propias emociones y la conciencia sobre cómo suelen manifestarse en su cuerpo. Con ello podemos animar al consultante a que en su día a día busque identificar la emoción a partir de su cuerpo o viceversa y así ir pudiendo adentrarse en el manejo de tales emociones. Vale la pena recalcar que para entrar en esta dinámica, es necesario conocer al consultante para así saber qué ejercicio es más pertinente y útil.