Mujer con ordenador

El valor del terapeuta

Las personas ante las crisis y problemas inherentes a la vida encuentran diversas maneras de superarlos. Algunas respuestas pueden ser  leer libros, vivir experiencias “cumbre”, deporte, yoga, meditación, diferentes maneras de expresión artística, actividades colectivas como el teatro ó la danza, involucrarse en causas y activismos…Además está el acompañamiento terapéutico, y para un gran grupo de personas contar con un profesional  es lo que les ayuda a superar crisis y lidiar con el malestar psíquico.

¿Porqué es valioso el acompañamiento profesional? ¿Qué nos aporta que no nos pueda aportar otra persona?¿Qué es lo que justifica su coste económico?

  • Económicamente, lo más importante en este tema es que la formación de postgrado que necesita un psicoterapeuta o un counsellor para trabajar con seguridad con sus pacientes es muy costosa en dinero, tiempo y energía. También hay que tener en cuenta los gastos asociados al ejercicio profesional, lo más habitual es que sean profesionales autónomos a lo que habrá que sumar: impuestos, gestoría, local, teléfono, desplazamientos… Un buen profesional además estará en terapia personal, permanentemente ó de manera habitual, se formará continuamente para estar actualizado, tendrá sesiones de supervisión  y estará colegiado ó asociado.
  • Luego está el tiempo extra de preparación de sesiones, reuniones de equipo, elaboración de informes,  lectura de libros y artículos relacionados…
  • Y por último está el coste humano, intangible, el valor que no se puede monetizar, todo aquello que va más allá de lo explícitamente económico.

¿Porqué son valiosos el psicoterapeuta y el counsellor más allá de lo económico? ¿Por qué ir a terapia no es lo mismo que te escuche un amigo?

La formación inicial del psicoterapeuta o counsellor garantiza unos conocimientos base sobre la psique, los comportamientos y las relaciones humanas. Lo que la hace también conocedora de herramientas y técnicas,  y a medida que el profesional crece se enriquece con un bagaje de experiencias de la vida y de su práctica profesional.

Además están los valores y actitudes personales: la continua autorrevisión, autoconciencia para poder estar con la otra persona de la mejor manera posible, sin permitir que tus propios asuntos personales se cuelen en las sesiones y poder estar involucrado en la relación de manera profesional.

La psicoterapeuta también manifestaráempatía, conexión emocional, honestidad, firmeza, responsabilidad, profesionalidad, seguridad, presencia… Estas cualidades y actitudes no nos vienen dadas, sino que se entrenan y se trabajan: se acude a supervisión profesional para asegurarse de no perder la perspectiva; se va a terapia personal para trabajar en los desafíos, miedos e inseguridades propias; yse está en conexión con la actualidad y con otros compañeros profesionales…

Carl Rogers,uno de los pioneros en psicoterapia humanista y gran psicólogo dijo: “Si soy capaz de crear el ambiente adecuado, la relación adecuada, las condiciones óptimas, el proceso de movimiento terapéutico ocurrirá casi invariablemente en el cliente”. Éstas condicionesfueron descritas por él y son fundamentalmente tres: congruencia ó transparencia: el terapeuta es auténtico en la relación, no esconde ni imposta un “papel”; aceptación del cliente tal y como es; y empatía profunda: ser capaz de entender lo que se podría sentir siendo ésta persona.

A mí me gustaría incluir otro aspecto que considero que hace que nuestro trabajo sea relevante, algo a lo que llamaré la “tolerancia emocional”:

Hace poco, estaba hablando con un amigo que se dedica a hacer talleres de creatividad  la posibilidad de hacer un taller juntos de expresión artística y trabajo emocional. Cuando sugerí la posibilidad de que en una sesión alguien se emocionara, se abriera y compartiera alguna experiencia dolorosa… para él era algo no deseable, y yo en cambio pensaba quesería una oportunidad de abordar un problema si la persona decide traerlo al taller. Entonces caí en la cuenta de algo que ya sabía: que los terapeutas estamos especialmente entrenados y dispuestos a lidiar con las emociones de las personas, y que eso es precisamente lo que nos diferencia de otras personas.

Yo soy una persona bastante emocional, y en ocasiones me he visto desbordada. Por ejemplo me he echado a llorar en público o hablando con una persona cualquiera, y conozco la incomodidad que genera: yo estoy incómoda porque se supone que en público no se llora, los demás se quedan bloqueados, lo ignoran, o tratan por todos los medios de que dejes de llorar.

Con el enfado pasa lo mismo, a veces, aunque no nos guste tenemos que poner límites, el enfado bien manejado es protector y necesario para una convivencia sana. Cuando te enfadas ocurre bien que hay una respuesta de escalada (el otro se enfada también o más) o te piden que te tranquilices, que seas agradable… otras personas te frenan y te reprimen, te juzgan…  En definitiva, algunas emociones están bastante censuradas socialmente y esto puede generar problemas a largo plazo.

Cuando alguien acoge tus emociones,  las tolera, entiende y deja que sigan su curso, o te ofrece un abrazo… Eso es una experiencia sanadora en sí misma, y es precisamente lo que  hace un terapeuta: acoge y escucha tu emoción y después se puede ver de dónde viene, porqué te has sentido así… pero en el momento, no hay incomodidad, no hay que reprimir ni cambiar de tema, porque se entiende que la emoción responde a algo, es como una alarma: nos dice que miremos ahí porque algo está pasando.

En Psicoterapia Humanista Integrativa (PHI) las emociones son un eje importante del trabajo terapéutico y de la sanación: es fundamental poder reconocerlas y expresarlas de maneras adecuadas, que cada emoción esté en su lugar y no sea censurada, y que tampoco nos abrume. Poder entender  porqué y para qué están, ya que cada una tiene su función, y son esenciales para la supervivencia. Entonces en terapia con la persona que te acompaña se genera un espacio seguro de expresión emocional, ya que el profesional que te acompaña no se va a asustar, ni lo va a desvalorizar, ni lo va a juzgar, ni desdeñar, ni va a tratar de reprimir lo que sea que surja (solo hay una norma y es la no violencia, que esas emociones no saquen de una manera dañina o con intención de dañar). La terapeuta va a estar a tu lado y acogerá tu tristeza, tu rabia, tu miedo, tu alegría, tu vergüenza… En terapia te puedes enfadar, mucho, puedes estar muy enfadada, o muy asustado. Y esa emocionalidad no va a cambiar la visión de la otra persona sobre ti, no te juzgará, no te va a tratar como una persona que no vale, no va a tratar de salvarte como si tú no fueras capaz de hacer las cosas.  Yo lo he experimentado en mi terapia: he llorado como una niña sin tener que avergonzarme, he rabiado y he expresado esa rabia, ese enfado sin culpa, he verbalizado el miedo, los miedos que no me atrevía a expresar por parecerme ridículos o exagerados, y han sido acogidos como  expresiones válidas de mi experiencia, bien de ahora, o que han viajado en el tiempo desde mi pasado, pero reales de cualquier manera. 

Como paciente, todo eso ha sido sanador para mí, sentir el alivio, la calidez reconfortante de la comprensión y la aceptación de lo que soy yo. He podido encontrarme con mis emociones gracias al acompañamiento y la tolerancia emocional de mi psicoterapeuta.

Fuera de la terapia, las personas cercanas a mí están involucradas en la relación conmigo de una manera diferente a la del  terapeuta, de igual a igual, ellos quieren cuidarme, y yo quiero cuidarles a ellos, hay reciprocidad. En cambio con mi terapeuta la relación está fundamentalmente enfocada en mí, en mi sanación: la dirección de la energía intencional de esa relación va en una sola dirección. Yo no tengo que cuidarle, no tengo que tratar de que se sienta bien, puedo ser “egoísta” ya que soy prioridad en la relación aunque elijo tratar a mi terapeuta con cariño y respeto.

En definitiva, el terapeuta cuenta con la tolerancia emocional: tiene la potencia terapéutica para poder acompañarte cuando tú te enfrentas a lo que te da más miedo, porque el ó ella no tienen miedo. Cuidan que la experiencia sea adecuada y estar seguras en esa situación, saben que pueden tolerar tu expresión emocional sin dejarse arrastrar aunque a ti te parezca desbordante, confían en su capacidad y a la vez confían en tu capacidad de traspasar esa situación y de sacarte si fuera necesario también. 

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