Niño interior

El niño o niña interior

¿Has escuchado muchas veces el término “tu niño o niña interior”?, ¿sabes qué significa exactamente? Considero muy importante entender a qué nos referimos cuando hablamos del niño interior y saber detectar en nosotros mismos cuando estamos actuando desde él. En muchas situaciones de la vida cotidiana podemos pensar que nos estamos comportando desde nuestra parte adulta, actualizada, la del presente, pero en realidad nuestro comportamiento está motivado por lo que siente nuestro niño.


Pero… ¿Qué es exactamente el niño interior? Hablamos de niño o niña interior cuando nos referimos a una parte de la personalidad que en psicología representa la suma de las improntas que hemos ido integrando en la niñez, tanto positivas como negativas. Son huellas que incluso podemos no recordar y que están grabadas en el inconsciente. Es decir, el término “niño interior” es una metáfora y representa todo lo que compone nuestro plano emocional. Ahí encontramos necesidades, miedos, dolor, tristeza, rabia… y también alegría, felicidad y amor. Esto último es importante porque es común relacionar el niño interior al sufrimiento y también representa todo lo vivido en la niñez que nos hizo feliz, y eso no solo serán recuerdos sino que se convertirán en recursos para cuando seamos más adultos. Pero el niño interior no está solo, sino que lo acompaña nuestro “adulto interior”, otra parte de la personalidad a la que nos referimos mucho en psicología y que he mencionado anteriormente. Esta parte representa la parte consciente, la que planifica, comprende, se responsabiliza, toma decisiones, evalúa riesgos y actúa de forma intencionada. Esta parte es la encargada de regular el niño interior. La parte niña y la parte adulta tienen que cogerse de la mano. Lo que nos pasa a menudo es que la parte niña tiene mucha fuerza y la adulta poca, así que es una manera de decir que nos comportamos en la realidad presente de una manera totalmente condicionada por el pasado. Vivimos desde una parte desactualizada de nosotros mismos.

No siempre conocemos quién es nuestro niño interior, cómo es, cómo actúa, ¿qué necesita o necesitó que no fue cubierto?, ¿Cómo me comunico con él?. No es solo que en algunos casos no lo conocemos bien, sino que en otros incluso podemos llegar a rechazarlo. Y ese rechazo tiene un origen. Rechazar a nuestro niño interior es como si rechazáramos a un niño que se está intentando comunicar con nosotros y que seguimos sin atender o que despreciamos. Empezar a contactar con él, en caso de que no lo hayamos hecho, representará la puerta de entrada a nuestro mundo emocional. En el caso de descubrir que tenemos una relación complicada con nuestro niño, será el inicio para empezar a hacer las paces. ¡Pero atención! No esperes un camino fácil. Conocer a nuestro niño implica contactar con nuestras heridas, algunas de ellas muy enterradas, y eso puede suponer reacciones emocionales intensas. Me gustaría que recordaras algo que a mi me sirvió mucho cuando me lo dijeron: no se trata de estar bien siempre, se trata de sabernos acompañar a nosotros mismos – es decir, acompañar a nuestro niño- sintamos lo que sintamos. Lo que ganaremos si empezamos a ver y a reconocer nuestro niño interior es más confianza, autoestima y nos vincularemos de una manera más sana y pacífica. De hecho, muchos de los conflictos de pareja representan una lucha entre dos niños interiores.

Te voy a proponer ahora algunos ejercicios prácticos que puedes hacer para empezar a emprender este viaje intenso y apasionante de conocer a tu niño interior. Eso sí, sería ideal que lo hicieras en tu proceso terapéutico, de manera acompañada, para que puedas ir elaborando todo lo que va surgiendo.

Estoy segura que cuando menciono el término “niño interior” tu mente genera una imagen, una imagen de ti con una edad determinada. Cuando te venga la imagen, cierra los ojos, respira hondo y siente en tu cuerpo qué emociones te vienen. ¿Cómo te hace sentir estar “enfrente” de tu niño interior?, ¿Sientes alegría, amor, tristeza, rabia, asco…? Identificar qué siente tu parte adulta cuando está enfrente de tu niño nos dará pistas de qué tipo de relación tenéis. Acoge en ti y en tu cuerpo lo que venga y, exceptuando que sea una emoción desbordante, respira y quédate ahí. Intenta no salir de esa emoción. Si lo necesitas, mueve tu cuerpo mientras visualizas a tu niño. En algunos casos la calma y estar quietos no será lo que nos beneficie más así que conecta con lo que tu cuerpo necesita en ese momento.

Ahora te voy a proponer que dibujes a tu niño. Es un dibujo libre así que puedes plasmar lo que te sugiere. Acuérdate que el dibujo en sí no es importante. Todo lo que representes estará bien porque es lo que siente tu niño. No pongas solamente tu atención en el dibujo en sí, es decir, en el contenido, sino también en el proceso. ¿Qué te hace sentir dibujar a tu niño interior? Observa y respira. Añade en el dibujo todos esos elementos que te sugiere el niño. Muchas veces aparecen elementos como el padre, la madre, las críticas que me digo, las emociones que suele sentir mi niño más a menudo, mis dificultades, los mensajes que he escuchado a lo largo de mi niñez… Y también esos elementos que me hacían feliz: las cualidades que siento que me caracterizan, lo que me gusta hacer, las personas importantes en mi vida, lo valioso que siento que me aportaron mi padre y mi madre, lo que me digo para animarme…

Te propongo ahora identificar esos mensajes negativos que te dices a ti mismo. ¿Cuáles son?, ¿sabes de dónde provienen? y ¿cuándo se generaron?
Desde el modelo de la Psicoterapia Humanista Integrativa llamamos a estos mensajes mandatos. Los mandatos son mensajes no verbales, inconscientes, que contienen algún tipo de connotación distinta de ser “guay” (OK) y que nos limitan en algún área de la personalidad o de la relación. El niño podría decirse a sí mismo cosas como: no valgo para nada, soy una carga, soy un desastre, no puedo expresarme, tengo la obligación de hacer feliz a los demás… Haz una lista de estos mensajes. Identifica ahora tus mensajes positivos. Algunos ejemplos serían: me quieren, soy una persona valiosa, puedo tener mi propia opinión, está bien sentir emociones…

Es hora de volver a los mensajes negativos y reformularos. Es importante tener en cuenta que se tienen que formular de una manera razonable y es importante que te sientas cómodo con ellos. Te propongo que los leas en voz alta y observes cómo te sientes. Observa también si te vienen recuerdos o imágenes donde estos mensajes estuvieran presentes.

Este es un buen ejercicio para empezar a entrar en contacto con tu niño interior. Si el dibujo que has realizado de él te inspira, ponlo en un lugar visible. Eso te ayudará a recordar que, hagas lo que hagas o digas lo que digas, tu niño interior siempre está contigo y es bueno tenerlo presente.

Compartir:

Te puede interesar