cerebro estresado

Neurobiología de la ansiedad y el estrés postraumático: parte I

Los seres humanos, hemos venido a este mundo equipados, al igual que los animales, con un “sistema de alarma” al miedo o al peligro que nos ayuda dar una respuesta ante este. Estas respuestas pueden ser la de lucha, huida o congelación (quedarnos paralizados).

Este sistema de alarma, está organizado y orquestado principalmente por una estructura cerebral llamada Amígdala Cerebral, ubicada en el sistema límbico, que tiene forma de almendra y conexiones recíprocas extendidas hacia la región superior e inferior del cerebro. Esta estructura regula y es regulada por estas otras regiones cerebrales para producir o suprimir una respuesta al miedo. Figura N°1.

Figura Nº1

La amígdala cerebral se encuentra en una región clave y es el centro regulador de las respuestas al miedo y el condicionamiento de la ansiedad, explicando muchos de los síntomas que se presentan cuando sentimos miedo, estamos asustados o lo que llamamos estar “ansiosos”. Por otro lado, y a diferencia de los animales donde el “sistema de alarma” se apaga cuando pasa el peligro, en el humano esto no ocurre necesariamente. Con el transcurso de los eventos estresantes de la vida, el sistema de alarma humano puede “desregularse”. Así tenemos, que mientras un animal que está pastando libremente en las colinas, al detectar el olor de un depredador corre despavorido para ponerse a salvo, al pasar el peligro o amenaza, continúa alimentándose. En el ser humano ocurre lo mismo sólo que nuestro sistema de alarma, no necesariamente se apaga aún habiendo pasado el evento estresante. Imagemos a una persona que ha sido víctima de un secuestro, en un auto negro, a tal hora de la noche y en una calle “X”, aún cuando haya pasado ya el peligro, es decir esté ya a salvo, todo aquello que le recuerde la hora, el día, las circunstancias del evento estarán constantemente activando su “sistema de alarma”, con lo cual la persona se encuentra en una “hiperactivada” con sensación de ahogo, no poder dormir, pensando o anticipándose a otro peligro, etc. Esto es debido a que la reacción fisiológica a un estímulo de temor (ver un auto negro) implica la activación de múltiples sistemas, incluyendo el Sistema Nervioso Autónomo (SNA), aquel que no podemos controlar. Entonces, la activación de este sistema está regulado por conexiones entre la amígdala cerebral y el locus coeruleus (LC), y produce un aumento de la frecuencia cardíaca (FC) y la tensión arterial que es necesaria para una reacción de lucha/huida.

Si bien la activación aguda del SNA es importante para la supervivencia en respuesta a amenazas reales, la activación crónica (como en el caso del trauma acumulativo, por ejemplo) como parte de un trastorno de ansiedad puede llevar a mayor riesgo de problemas cardiovasculares (CV), isquemia cardíaca, infarto de miocardio (IM) o incluso muerte súbita. Ver figura N° 2.

Figura Nº2

Así mismo, el eje Hipotálamo – Hipófiso – Suprarrenal (HHS) es responsable de la producción endocrina durtante la respuesta de temor / estrés y recibe la regulación de la amígdala por medio de conexiones recíprocas con el hipotálamo. En un episodio de estrés agudo (un auto está por atropellarnos, por ejemplo), la activación del HHS aumenta la liberación de glucocorticoides como el cortisol, pero solo durante un breve momento, hasta que desaparece la percepción del peligro. Se puede producir una respuesta de estrés anormal debido a estrés crónico, constante y/o debido a estrés durante períodos críticos del desarrollo, y pueden estar asociados a tasas de complicaciones médicas, como afecciones a las arterias coronarias, la diabetes tipo 2, Enfermedades cerebro – vasculares e incluso la enfermedad de Alzheimer. Ver figura N° 3.

También debemos decir que el aspecto emocional del miedo está regulado por conexiones entre la amígdala y las áreas principales del denominado córtex prefrontal (la parte más evolucionada de nuestro cerebro) , específicamente del córtex órbito – frontal (debajo de los ojos – OFC) y el córtex cingulado anterior (ACC). Ver figura N°4.

Siguiendo esta línea, los seres humanos y a diferencia de los animales, poseemos un sistema de lenguaje, que se retroalimenta por lo general de pensamientos negativos, que le anticipan el peligro. Esto lo hemos heredado de nuestros antepasados que tuvieron que anticipar las situaciones amenazantes de la vida diaria, de cara a buscar el peligro más que buscar situaciones placenteras por las condiciones en que vivían. La neurociencia ha descubierto que el cerebro humano genera más de 60 mil pensamientos al día, y la mayoría tienen un sesgo hacia lo negativo, hacia lo que genera ansiedad. Siendo así, la ansiedad puede desencadenarse no solo por un estímulo externo sino también internamente a través de recuerdos traumáticos almacenados en otra estructura cerebral de la corteza límbica, el denominado Hipocampo, que puede activar a su vez a la amígdala cerebral y hacer que esta, a su vez, active otras regiones cerebales para generar una respuesta al temor. Esto se conoce como Reexperimentación del Trauma y es una característica del llamado Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT). Ver figura N°5.

Así que no eres tú, sino que es tu cerebro, el que puede jugarte algunas “malas pasadas” y llevarte a sobre reaccionar ante situaciones que pueden ser “peligrosas” internamente, pero que sin embargo, al perpetuarse en el tiempo puede conllevar al desarrollo de enfermedades psiquiátricas como cuadros de Ansiedad, Depresión, Fobias y problemas Cardiovasculares o Metabólicos principalmente, recordando que mente – cuerpo no están divididos sino forman parte de un todo.

Entonces este sistema de alarma alojado en estructuras cerebrales tan primitivas, heredadas de nuestros congéneres de hace miles de años, nos juega una mala pasada. Esto no lo podemos controlar por nosotros mismos porque son pensamientos que de manera automática activan los centros de alarma de peligro en el cerebro y nuestro cuerpo reacciona para “ hacerles frente “. Los animales al carecer de un sistema complejo de lenguaje, no tienen la necesidad de calmar o apagar su sistema de alarma para sentirse seguros o tranquilos una vez pasada la amenaza. El cerebro humano no distingue una amenaza real de una imaginaria, lo toma igual, como peligro.

Entonces muchos padecimientos crónicos como los trastornos de ansiedad, de sueño, ataques de pánico; no son más que el resultado de la activación crónica de nuestros centros de alarma , no es culpa del paciente o no es cuestión de poner de su parte para sentirse mejor ya que estos centros no tienen un control voluntario, como no lo tiene controlar nuestro corazón, nuestra respiración; lo que si podemos es ayudar a nuestro cerebro a calmarse.

Mindfulness, el yoga, el deporte o actividad física, entre otras prácticas que ayuden a sacar a nuestra mente de ese “ peligro imaginario “ han demostrado ayudar a muchos de estos padecimientos crónicos. También la ayuda profesional psicoterapéutica y farmacológica ayuda mucho a regular estos centros de alarma ‼️al peligro que de por si no podemos controlar. Así que no te culpes, es tu cerebro quien necesita aprender a regularse. Poner de nuestra parte no significa “ controlarse “ significa buscar ayuda profesional y las herramientas necesarias para ayudar a aquietar nuestro cerebro “asustado “.

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