mujer mirandose en el espejo

Autocompasión

La autoestima podría definirse como “la opinión subjetiva que una persona tiene sobre su propio valor o competencia como individuo”, fíjate, ya en la definición pone “valor” y en cuanto oímos la palabra valor nos surge la comparación, valor con respecto a quien o a qué. ¿Por qué algo tiene mucho valor?, yo te lo adelanto. Porque es escaso, es decir, ya en la propia definición de autoestima surge el problema, ya hay una comparación, y siempre, siempre habrá alguien más guapo, más joven, más fuerte, más locuaz, mejor deportista, mejor estudiante, mejor amante…. Mejor, mejor, mejor, que yo…

Carl Rogers, uno de los padres de la psicoterapia humanista decía que la raíz de los problemas de muchos seres es considerarse que no tienen valor y no son dignos de ser amados, y eso no mejora cuando nos comparamos ya que no ayuda a construir una sana autoestima. Démosle un giro, dejemos de trabajar la autoestima y empecemos con la autocompasión.

Siempre me han considerado una persona con gran autoestima, pero desde hace muchos años me plantee si mi autoestima era grande, sana, fuerte… y la respuesta es … no lo sé.  Mis diálogos internos no dejan de compararme con otros, incluso conmigo mismo en el tiempo o contra potenciales que no desarrollo y detrás de esas comparaciones hay sufrimiento. Yo no tengo una gran autoestima, lo que tengo es una gran autocompasión, si, sé que suena a indulgencia, a darte pena a ti mismo, pero NO ES ASÏ.

Fijaos, la autoestima se fundamenta en cualidades, cualidades que, como el resto de este mundo son impermanentes, puedo perder mi agilidad, mi belleza, mi juventud, incluso mi inteligencia… pero yo siempre me he jactado no de ser el más inteligente, o suficientemente inteligente, ni de ser el más guapo o suficientemente guapo, ni de ser capaz o no de hacer cosas, me he jactado de ser capaz de equivocarme y aprender, me he jactado de ser capaz de levantarme una y otra vez y de hacerlo lo mejor que se.. y eso es autocompasión, ser consciente de nuestros límites como humanos y aun así, empujarnos a hacer cosas, a intentar, a aprender…

Cuando construyes tu autocompasión, lo que haces es ser consciente de tu propio sufrimiento e intentar aliviarlo.

Os pongo un ejemplo que no es mío, es de una de las mejores investigadoras en autocompasión del mundo, la doctora Kristin Neff de la universidad de Austin, Texas, una de las investigadoras en psicología más reputadas del orbe.

La doctora Neff ilustra la compasión y autocompasión de la siguiente forma (perdón Kristin por usar tu ejemplo adaptado),

“Imagina que tienes un hijo de 14 años que quiere ser economista y suspende matemáticas. ¿Qué tipo de profesor querrías” Uno que llegase y dijese “maldito idiota, has vuelto a suspender, no serás nada en la vida, zoquete… obviamente no, ¿verdad? Querrías uno que dijese, bueno, no pasa nada, total son matemáticas, eso no es lo que importa en la vida, importan otras cosas, vámonos al parque y montamos un botellón y ya estudiarás cuando seas mayor. Creo que tampoco queremos ese profesor, … y qué tal uno que dijese; Tenemos que hablar. Si quieres ser economista y suspendes matemáticas, tienes un problema. Vamos a ver qué ocurre. ¿Es que no entiendes mis explicaciones? Quizás necesites un refuerzo extra. ¿O lo que ocurre es que tienes algún otro problema rondándote y no te puedes centrar? Vamos a ver qué ocurre y le ponemos solución.

Eso es compasión y autocompasión, no es un exceso de indulgencia como el segundo profesor, no es la agresividad del primero (de hecho, si somos honestos, ¿cuántas veces nos hablamos como el primer profesor?) es más el tercero, ser consciente de que hay un problema y explorar soluciones, sin agresividad, dentro de nuestras capacidades, así se construye una visión sana de nosotros mismos y generamos un campo en el que podamos florecer como seres humanos.

¿Vamos a ver, si seguimos hablándonos como el primer profesor, con agresividad, insultándonos, de forma violenta y despectiva… ¿qué terreno generamos para florecer? Ninguno, no nos atreveremos a hacer cosas distintas, porque tendremos miedo de nuestro juez interno, que nos agredirá. Y tampoco florecemos con un tipo como el segundo, siendo autocomplacientes… florecemos en un terreno abonado como el tercero, que nos anima, que no tapa el problema, que nos hace crecer e intentar nuevas vías…

Normalmente somos compasivos con los demás, nos viene de fábrica, por eso somos sociedad, porque a pesar de todo, la compasión es un lenguaje universal que hace que nos cohesionemos como sociedad, pero también es verdad que a la hora de relacionarnos con nosotros mismos usamos una dureza tal que no usaríamos con nuestra pareja o hijos… y es que somos nuestro peor juez y nuestro peor y más duro limitante. Si quieres conocerte mejor, si quieres cambiar la forma en que te relacionas contigo mismo para aprender a generar un terreno en el que puedas florecer te invito a que busques ayuda de un profesional y empieces a explorar nuevas vías autocompasivas para crecer. 

Espero que estés bien.

Compartir:

Te puede interesar